Hace calor en Mali, ya sabíamos que rondaríamos los 40 grados. Cuentan que en Mayo llegan a los 50 grados……esto es África… Sin embargo, no dudes en viajar a Mali. Te sorprenderá.

Pinasse por el Rio Niger en Segou.

Pinasse por el rio Niger en Segou.

En general, me está sorprendiendo la limpieza y aseo de restaurantes y servicios. La atención de los que viven en estas tierras es más que correcta. Muy servicial. Los Malienses se despiertan con una sonrisa desplegada en sus labios.

Datos sobre Mali http://es.wikipedia.org/wiki/Mal%C3%AD y para pronósticos del tiempo en Bamako, su capital http://espanol.weather.com/weather/today-Bamako-MLXX0001?fromSearch=true.

Me enteré de todas las vacunas (pinchacitos/banderillas) que había que ponerse (Centro de Vacunacion Internacional de la Seg. Social) y busqué la mejor semana para ir a Mali. Uff, 4 banderillas y unas pastillas para la vacuna de la fiebre tifoidea. No dio nada de reacción y todo bien.

AVION MADRID-PARIS-BAMAKO

El viaje en avión desde Madrid a Bamako, se hizo un poco pesadito por el tránsito en Paris. Hicimos el viaje vía París con Air France. También se puede hacer via Casablanca por Royal Air Maroc. Los precios son similares. El tiempo total del viaje tambien es similar. Lo que ganas en uno por la menor distancia, lo pierdes en el tránsito del otro.

Mis primos me recibieron en el aeropuerto, (da gusto que te quieran!) pasamos el control de pasaportes, cogimos las maletas y al coche. Ya notamos que esto es otro mundo. Todo estaba poco cuidado. Mucha gente cerca que no tenían, aparentemente, nada que hacer, más que mirar a los «blancos» que venían en avión.

El recibimiento de Mari josé y Serafín, su marido, fue especial. Hacía casi 2 años que no la veía. Les recibí dando botes y nos abrazamos y besamos todo lo que quisimos.

Fuimos de noche a un restaurante con música africana. Aquí tienen un pescado de rio muy sabroso que se llama Capitaine. Lo hacen a la plancha, en brocheta y con mucha gracia… La música está muy alta pero la gente está poco animada. Ya tuve que echarme el repelente de mosquitos (Relec) para evitar males mayores. Esa es la única profilaxis de la malaria que seguí. Hay unas pastillas (Malarone) que te aconsejan tomar 3 días antes y una semana después. Estas pastillas suelen sentar un poco mal. Ves alucinaciones y te producen diarrea, por lo que cuentan.Pero no lo hice. Tuve las precauciones que te recomiendan para estos casos y todo salió bien.

En el trayecto ya vimos gente sentada en la calle con un corrillo alrededor. Aquí las tiendas que están en a pie de calle y en la propia calle, las llaman Boutique (que fisnos!). Las hay de todo tipo, todo muy desordenado y destartalado. Nos llamo la atención que en las tiendas de muebles, están todos alineados en filas y cubiertos por plásticos o sin ellos, según el tipo de mueble. Por la noche, en época de lluvias los tapan con plásticos y siempre hay un «guardián» por la noche, pero los muebles no se almacenan más que en el propio sitio de la calle.

Tienda de muebles en las calles de Bamako.

Tienda de muebles en las calles de Bamako.

Los malienses usan mucho las motocicletas y las bicicletas. En cualquier semáforo quieren venderte algo. Agua en bolsas, tarjetas de recarga de móviles, lo que sea! Aquí son muy pobres pero a nadie le falta un móvil. Curioso, verdad?

Cambian en algunas calles euros por CFAs, su moneda. 1000 CFAs son unos 15 euros.

Llegué al piso de mi prima, viven en un bloquecito con guardián y recinto cerrado. Es un tercer piso. Noté calor en la casa. Encienden muy a menudo el aire acondicionado. Al ducharme observé que el agua de la ducha cae directamente sobre el suelo del servicio y se va por un desagüe. No hay plato de ducha. En el resto del viaje, en los hoteles, salvo en Tombuctú, todas las duchas eran así.

Nos acostamos sobre las 3 y dormí por primera vez bajo una mosquitera y con el aire acondicionado encendido. Aquí tenemos una hora menos que en España. Es la primera vez que dormía en Mali.

BAMAKO

Despertamos sobre las 9. Venía el cambista de moneda. Desayunamos y nos fuimos al gran mercado de Bamako. Todo estaba lleno de gente, bicis, motocicletas y microbuses a punto de caerse la última tuerca… aparentemente eran una banda de música. Una pasada. Todos se movían a un tiempo como si alguien les marcase los ritmos, nadie desafinaba. Niños y animales cruzando por doquier. Sin orden.

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Niñito en el Grand Marché de Bamako.

Autobuses pequeños atestados de personas, animales y cosas. Los autobuses no salen de su destino hasta que están llenos y es habitual verles parados, luego, por alguna avería o pinchazo. Estos les llaman «Sutrama». Luego supe que era el nombre de la empresa de transportes.

Autobuses cada uno por su lado en Bamako.

Autobuses cada uno por su lado en Bamako.

Nos topamos con muchos productos artesanales en cuero, textil y madera.

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Tienda artesanal en Bamako.

Hacía calor, cerca de 40 grados. Es muy recomendable llevar gorro y tener agua fresquita siempre a mano. Nos guiaron por todo el «Grand Marché». Llamaba la atención como las madres llevan a sus niños colgados en las caderas, por la espalda, sujetos por un gran pañuelo que se anudan por delante. Tenía los ojos súper abiertos ante todo el colorido del mercado.

Como se lleva a un niño en Mali.

Como se lleva a un niño en Mali.

En un supermercado compramos crema de Carité. Es un producto típico de Mali. Regalitos para las amigas. Fuimos a comer a un restaurante y luego, siestecita. A Serafín le sentó mal el sol y le subió la fiebre. Nos quedamos en casa esa tarde-noche.

Esa tarde conocí a Bala, nuestro conductor. Parecía muy cordial y durante todo el trayecto supe que había elegido muy bien. Se despidió diciéndonos que éra su «Chef». Que majo!

SEGOU

Despertamos sobre las 6:30, para prepararnos para la salida hacia Segou. Conocimos a nuestro guía, Mamadou Teli (Madu). Ya estábamos juntos todo el grupo para comenzar este inolvidable viaje al corazón de África.

Me despedí de mis primos y emprendimos la marcha. Vimos como amanecía en Bamako. Notamos como la gente iba despertando al día. Pasa por aquí el rio Niger y el puente que lo atraviesa es un cuello de botella que genera un atasco kilométrico.

Las carreteras están acordes al país, pero mejor que lo que esperaba. Noté que a Bala, el conductor, le gusta tocar el claxon de forma bastante habitual.

Su lengua oficial es el francés. No se llevan muy bien con todo lo que huela a francés. Eran colonia francesa. Se independizaron en 1960.

El paisaje en coche es de color ocre, con árboles muy secos. Baobab y árbol del Carité. Los pueblos que atravesamos, muy míseros, con gente tumbada sobre bancos. Mis compis paran para comprar carne de cordero. La comen sobre la marcha, tomándola con la mano.

Llegamos a Segou y comimos en el restaurante Djoliba. Buena comida y servicio.

Restaurante Djoliba en Segou.

Restaurante Djoliba en Segou.

Después de comer, fuimos a una fábrica textil donde contaron someramente como se hacen los dibujos y su significado. Compré un par de mantelitos decorativos. A la hora de pagar me di cuenta que me había dejado la mitad del dinero cambiado en Bamako. En fin, cosas del destino. No hay problemas, tengo euros, tarjetas y mucha guasa…

Posteriormente hicimos una excursión en barcaza (Pinasse) para subir el rio Niger y llegar a una aldea donde hacen cerámica al estilo de Mali. En esa barquita se respiraba una calma y una paz…

Llegamos a la aldea. Aquí todo es de color tierra. Las casas son de adobe. Este tipo de construcción, cuando finaliza la época de lluvias, debe ser remozado para que pueda ser usada otra vez, en perfectas condiciones.

Casas de adobe de la aldea.

Casas de adobe de la aldea.

En la foto podéis observar que parece una aldea abandonada a todo correr. Todos los utensilios del día a día, están tirados de forma, aparentemente aleatoria. En directo, todavía impresiona más.

Se paga, al jefe de la aldea, una contribución para que te permitan entrar al poblado. También a lo largo del viaje, cuando pasamos de una región a otra, tenemos que pagar un peaje para pasar el control. Suele costar 500 Cfas. Cada vez que sales de una ciudad o poblado grande, hay puestos de control de policia. Hay no cobran. Es por seguridad.

En esta aldea tengo mis primeros contactos con niños de este país. Me sonríen, me llaman «Tubabu» y quieren que les haga fotos y se rifan cogerme de la mano. Les sorprende verse en la pantalla de una cámara de fotos. Me asedian en corrillo para ver sus fotos.

Ves niños llorar, reír, correr, jugar… llenos de mocos y malnutridos. La ropa justa y muy usada. Pero se les ve felices. A veces lo sencillo nos hace más felices. Sientes como nuestros países malgastan dinero y tiempo que aquí, en África, sería mejor aprovechado para mejorar su nivel de vida, enseñandoles a mejorar y no dandoles solo dinero que les hace mas comodones.

Bebe ajeno a todo lo que le rodea.

Bebe ajeno a todo lo que le rodea.

Como me ilusiona e impresiona la sonrisa de estos niños. Te toman de la manita y notas como van orgullosos al lado del «Tubabu». Tienes que llevar a uno de cada mano.

Volvemos en la barcaza a Segou. Vuelve el remanso de paz. Las vacas pastando lo que pueden. La gente lavando ropa y cogiendo agua para regar sus campos.

Cogiendo agua en el Niger.

Cogiendo agua en el Niger.

En su puerto se amontonan barcas, asnos, personas, coches y un mercadillo.

Puerto de Segou en rio Niger.

Puerto de Segou en rio Niger.

Pinasse llegando al puerto de Segou.

Pinasse llegando al puerto de Segou.

Vamos a dormir en el hotel Independence. Es recomendable. Al cambio, son 45 euros con desayuno para dos.

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Hotel Independece en Segou

En este viaje no nos falta de nada. Vamos a conocer a unas monjitas que regentan un colegio para niñas. Nos cuesta encontrarlo porque es de noche y miss compis de viaje nunca han estado aquí. Nos recibieron amablemente. Nuestro contacto era Juani. Las llevábamos ropa nuestra y una contribución económica por parte de mi prima. Tuve una charla animada sobre su vida en este país y sobre la situación en el nuestro. Eran tres monjas y una lleva más de 20 años en este país. La que menos lleva 9 años. Estoy media hora con ellas. Se hace cortísima la charla pero teníamos que ir a cenar.

Cene en el restaurante Alphabet. No me gustó mucho. Pero cuidado, aquí no hay mucho donde elegir. No tenían agua fría. Solo tienen fría, la cerveza. Aquí sólo hay dos marcas. La más conocida y anunciada es «Flag».

DJENNE

El martes partimos hacia Djenne. Allí se encuentra la mezquita de adobe más grande del mundo. Durante buena parte del viaje, vemos pueblecitos con niños en corrillo aprendiendo el Corán. También muchos árboles con raíces y troncos muy gruesos, unos con hojas y otros no. Son especialmente llamativos.

Para llegar a Djenne hay que pasar un rio con una especie de transbordador para pasar los coches. Hasta que no está del todo llena no atravesamos de una orilla a otra.

La parte antigua es un laberinto de callejuelas flanqueadas por casas que surgen directamente de la tierra. La mezquita, es la obra maestra de este tipo de construcción, de estilo sudanés.

Vemos la mezquita y realmente impresiona lo grande que es. Tengo la impresión que tiene que ser retocada permanentemente. Vaya trabajo! Solo se entiende porque el material es casi gratis y de esta forma tienen a mucha gente ocupada. No podemos entrar dentro, no soy musulman. Debe ser muy sencilla, lejos de lo cargaditas que están nuestras iglesias y catedrales.

Los lunes hay un mercadillo muy colorista alrededor de la mezquita. Como es martes sólo están algunos puestos fijos. En todos los sitios, es curiosa la sensación que tienes. Alrededor de una persona que trabaja, en uno de estos puestos/tiendas, mientras espera un cliente, hay 3 o 4 con él, que están tumbados, sentados o haciendo un té para todos.

Vaca en los huesos

Hambre marcada en los huesos

Se ven muchos hombres en la calle y pocas mujeres. En Mali, las mujeres trabajan en casa y los hombres en la calle. Para los turistas trabajan los hombres. Curiosamente nos contaron que para hacer la comida siempre lo hacen los hombres, porque cocinan mejor. Pero solo para los turistas. En casa, cocinan las mujeres.

Casas de Djenne

Casas de Djenne

En los mercados, sobre todo en la zona de verduras y frutas, si que se nota que hay más mujeres de dependientas.

Aquí comimos en un restaurante bastante regular, con unos servicios pésimos. La comida y el servicio normales. Vi unos lagartos de colores, bastante llamativos.

Lagarto ... lagarto!

Lagarto … lagarto!

 

MOPTI

Salimos hacia Mopti. Esta ciudad se encuentra entre la confluencia del Niger y el Bani. La llaman la Venecia Negra, pero no tiene comparación. Es la ciudad donde viven mis dos acompañantes. Es un lujo contar con un chofer y un guía, con unos precios muy asequibles. Te hace ganar en seguridad y efectividad. Ellos están alegres de llegar a su casa para ver a sus mujeres.

Bala, el conductor, tiene dos mujeres. Madu, el guía, tiene solo una pero está separado de la anterior. Curiosamente, cuando se separan es el hombre el que se hace cargo de los hijos. Son musulmanes.

Quizá por eso, Bala, ha sido más «bala» que de costumbre. Ha tocado más alegremente el claxon, con más ritmo. Estoy muy contento con ellos!.

Me llevaron a ver un mercado. Era una pena ver como tenian por alli, tirados prácticamente, los tomates, pescado.

Venta Pescado mercado Mopti

Venta Pescado mercado Mopti

Y todos danzando alrededor… ufff, sabéis que la esperanza de vida en Mali está en torno a los 46-48 años?.

Niñas llenas de vida

Niñas llenas de vida

Me alojé en el hotel Ambejele (http://www.ambedjelehotel.com). Está regentado por españoles. Se puede pagar en euros. Sus instalaciones son muy buenas pero la habitación es pequeña. Sin frigorífico. El termo apagado. La cena fue buena, pero un poco más cara que la media de este viaje.

Piscina del hotel Ambejele de noche.

Piscina del hotel Ambejele de noche.

Antes de la cena, siguiendo con la aventura, fuimos a ver a un Marabu. Es una especie de curandero y un poco adivino. Según nos decían era bastante conocido en la zona. Mereció la pena, otra vez, por ver un poblado, por sus niños, su amabilidad. Estaba muy retirado de Mopti. Pasamos bastante sed porque tardo bastante en llegar el Marabu.

El tubabu jugando con los niños.

El tubabu jugando con los niños.

Le hicimos varias preguntas y no adivinó más que cosas normales y sin mucho sentido. Pero la experiencia fue interesante. Luego al cabo de los días, volvimos a ir a una adivina, también cerca de Mopti. Esta acertó mas cosas pero tampoco me convenció. Creo que las diferentes culturas y modo de ver la vida, además de que utilizába como intérprete a mi guía, pues reduce bastante la fiabilidad de todos estos «servicios». Pero es interesante explorar lo que te ofrece un país. Ya véis que no faltó de nada.

 

TOMBUCTU

El miércoles partí en avión a Tombuctú. El aeropuerto era lo justito. Tenían una pizarra para informar de la hora de salida y llegada de los vuelos. Sólo tienen dos compañías de transporte aéreo.

Nuevos displays Aeropuerto Madrid-Barajas

Nuevos displays Aeropuerto Madrid-Barajas

El avión era de hélices y cumplió el horario. Llega en 45 minutos. Un vuelo bastante cómodo, la verdad.

Avión vuelo a Tombuctú

Avión vuelo a Tombuctú

Según llegamos nos esperaba para recogernos mi guía, Kalil. Un poliglota. Hablaba perfectamente inglés y francés. Luego decía que hablaba italiano y 6 dialectos de Mali. Quería aprender español.

Esta es una ciudad de leyenda, de eruditos, exploradores y comerciantes. Punto final de muchas rutas de caravanas. Un mito que el desierto se ha ocupado de alimentar  y engrandecer. Lo primero que notas es que, claramente, estas en el desierto. La temperatura sube unos 5 grados y todo está lleno de arena y polvo. Para regalar!

Fuimos al hotel La Maison a dejar las maletas. Es muy recomendable, tanto por las habitaciones como por la cocina. Solo tuvimos un contratiempo al irnos al día siguiente. Se fue la luz. Menos mal que llevába linternas. Lo justo para hacer la mochila y salir al aeropuerto. Esta habitación tiene aire acondicionado y no tiene mosquitera. Fue donde más mosquitos comunes vi y tuve que pedir «espray-mata-bichos» porque eran unos cuantos.

Patio interior Hotel La Maison

Patio interior Hotel La Maison

Salí a hacer la visita a la ciudad. Se palpaba claramente el aumento de temperatura. Teníamos 45 grados. Pero estábamos en Tombuctú. Donde tantos exploradores y aventureros habían estado antes.

La ciudad tiene bastante movimiento. Tiene una universidad. Supongo que por eso, vi a dos chicas corriendo en ropa deportiva. No lo vi en el resto del viaje y me llamó la atención. En Mali, el tratamiento a la mujer deja bastante que desear.

Tienen una mezquita en restauración. Bastante grande.Me enseñó una biblioteca donde guardan manuscritos muy antiguos. Ví un libro del Corán escrito en Oro, bastante impresionante.

Libro Coran escrito en Oro

Libro Coran escrito en Oro

Las casas son de adobe pero muchas se están recubriendo por moldes de piedra/cemento para no tener que reconstruirlas cada año.

Casa recubierta de piedra en vez de adobe

Casa recubierta de piedra en vez de adobe

Tienen un museo municipal donde te cuentan la historia de esta ciudad y tienes información interesante de ver.

Museo municipal. Nuestro guía lleva turbante.

Museo municipal. Nuestro guía lleva turbante.

Existen varias casas de exploradores financiadas por diversos organismos o sus propias familias.

Después de la visita nos fuimos al hotel a ducharnos, comer, descansar y dejar pasar las horas de sol más fuertes. Sobre las 16:30 vinieron a buscarme para hacer una excursión turística por el desierto, montados en camellos. Es curioso, en el desierto dijeron que hacia menos calor que en la ciudad. Pues era verdad! Según nos adentrabamos, guiados por los Tuareg, era palpable la bajada de temperatura. Un poquito nada más, eh!.

Es una pasada el desierto para las fotografías. Disfruté  como un niño por la arena, con los camellos y como guinda final me vendieron los tuareg unas cadenitas con algún regateo más o menos. Les deje regatear más que lo justo. Fue divertido.

Sabéis quién no era un tuareg?

Sabéis quién NO era un tuareg?

Luego al hotel a cenar y acostarme que tocaba madrugar.

PAIS DOGON

El jueves volvi en avión a Mopti y partí hacia el país Dogón. Mi guía, Madu, es un Dogón. Para entrar en esta zona de Mali, hay que llevar un guía nacido aquí.

La carreterita estaba súper bacheada y flanqueada de llamativos árboles de caprichosas formas y medidas.

Comenzamos a ver algún poblado Dogón. Las chozas de adobe y las cañas grises de tejado. Predominan los musulmanes y por tanto, la poligamia. Cada mujer tiene una de estas chozas como granero, para el mijo y arroz, fundamentalmente, para alimentar a sus hijos y el marido de ellas tiene otra más grande para alimentar a todos.

Poblado Dogón.

Poblado Dogón.

Se comenzaron a ver, a lo lejos, las casitas apiñadas a lo largo de la falla. Están pegadas al precipicio. La sensación que tienes es que la mitad se tenían que haber caído ya. La otra mitad se tendría que caer en la siguiente tormenta. Pero no… llevan ahí, diría que desde siempre. Es impresionante la vista!

A unos metros de estas casas, aparecen las casas de los pigmeos. Estas son del siglo 8 al 15. Cuando vinieron los Dogones, obligaron a emigrar a los pigmeos hacia otras zonas. Estas tribus vivían en las alturas para evitar a las fieras de la sabana.

Casas Dogón en la falla.

Casas Dogón en la falla.

La comida la hacíamos en Teli. De este poblado era mi guía. Desde aquí se tienen unas vistas espléndidas de la falla de Bandiagara y de las casas de los Dogon. En una de estas casas nació nuestro guía y según contaba, todavía vivía en ellas hace 15 años. Es realmente sorprendente para nuestra civilización occidental, llena de comodidades, que alguien pudiera vivir en esta especie de cueva de adobe, sin los mínimos servicios que le pides a una casa actualmente. Es una forma de vida olvidada hace siglos y que muchos de nosotros y nuestros hijos, tendríamos que ver para valorar lo que tenemos.

Tipicas escaleras y casas Dogón.

Tipicas escaleras y casas Dogón.

Después de comer un arroz blanco y pollo con tomate, que supo a gloria, y de una siesta totalmente merecida…, dimos un paseo por el poblado yendo hacia la falla. Es un camino de pedruscos que el guía recorría muy rápido y yo con más cuidado. Según subíamos, la vista de la sabana era espectacular. Nos acercábamos a esas casas de adobe apuntaladas con maderas. Era increíble. Alli estábamos en un punto del tiempo que se había parado en el pasado.

Casas Dogón en la falla.

Casas Dogón en la falla.

Contaban historias de cazadores y fetiches. El jefe de cada poblado Dogon se llama el Ogón. Este no se puede lavar con agua nunca. Una serpiente se ocupa de eso. Su casa tiene una especie de mosaico de color rojo, muy llamativo dado que allí todo es de color barro. La casa del Ogón tenía dibujo en relieve de diferentes motivos que les daba suerte o contaba historias.

Casa del Jefe Ogón

Casa del Jefe Ogón

Una etnia anclada en sus tradiciones y pasado. Es imprescindible. Me daba cuenta que estaba, hasta la fecha, en el viaje más bonito/mejor de mi vida y que me marcaría para siempre.

Vista del pueblo de Teli desde la falla.

Vista del pueblo de Teli desde la falla.

Estuvimos durmiendo en un campamento (casa rural) en el poblado de Ende. Tuve que ducharme como pude, pero eran suficientes las comodidades y muchas más que las que esperaba después de ver el campamento de Teli. Las habitaciones eran muy calurosas y tuve que dormir en el tejado con una mosquitera que nos protegía. Nunca había dormido así. Ver el cielo estrellado, limpio de la contaminación de las luces de la ciudad, oír los sonidos del campo, el ruido de la vida. No olvidaré esa noche. Fue la primera vez de muchas sensaciones nuevas.

Tejado con colchón y mosquitera

Tejado con colchón y mosquitera

El segundo día en el País Dogon nos llevo a un senderismo de poco mas de 2 km por piedras y peñascos para subir a una aldea donde, además de disfrutar de las vistas y paisajes, nos iban a hacer una danza fúnebre, especial que hacen cada 60 años. Pero si se junta algún grupo de turistas, pues la hacen por dinero.

Madu, Angelito y Bala (con botella).

Madu, Angelito y Bala (con botella).

El sendero hasta llegar está plagado de piedras, arboles, pajaritos. Pasas por un valle donde tienen huertecillos y si que te cruzas con personas, sobre todo mujeres, que te saludan. Fue muy placentero. Además, apetecía caminar un poco.

Al subir al poblado, nada más llegar, nos sorprendieron unos niños montando en bicicleta en una pequeña explanada de rocas, más o menos planas. Uno tenía la sensación que acabarían barranco abajo, pero no, claro.

Me presentaron al jefe de la aldea y dimos un recorrido por esta hasta que comenzara el espectáculo. En esta aldea convivían musulmanes y católicos.

Vimos la casa de un cazador, exhibía con orgullo cabezas y pieles de  mono. Tenía apoyada en una de sus chozas, toda la «artillería» para su trabajo.

A lo lejos se oían el retumbar de tambores, señal inequívoca que estaba listo el comienzo de la danza de máscaras.

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El tarantantan de los tambores, unido a sus voces y gritos, se mete dentro del cuerpo y te invita a mover los pies. Los artistas mueven sus cuerpos a saltos, con gracia y garbo. Sus atuendos identifican desde mujeres a animales. No pueden bailar mujeres, solo hombres. La sociedad de este país es muy machista para todo.

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Al final de la danza todos se agachan y comienzan a hablarse en un idioma secreto, llamado «sigui». Se enseñan a los aprendices en 3 meses y sólo se puede hablar en los ratos que se practica la danza.

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Como veis son rituales muy curiosos. Se aprende de todo viajando. Es muy recomendable ver esta danza, es muy llamativa.

Foto-Recuerdo de Angelito y máscaras.

Foto-Recuerdo de Angelito y máscaras.

Al finalizar la danza, dimos media vuelta hacia el coche y volvimos a Mopti. Este día nos llovió un poco e hizo algo de viento. Se agradeció, después de tantos días de calor. La vuelta la hicimos un poco más rápido. Era de bajada y caían algunas gotas que amenazaba lluvia copiosa. Una lástima porque toda la parte de este valle verdeaba por los 4 costados y hubo alguna foto que se dejamos para este momento, pero no pudo ser.

Antes de llegar a Mopti, hicimos parada en Sevare. Fuimos a visitar a una adivina que vivía en las afueras de Sevare. Estaba todo embarrado por culpa de la lluvia. Ella nos atendió donde vivía. Una caseta de adobe sin nada más que unas telas para sentarse. Utilizaba unas conchitas y un collar para «ver». Acertó alguna cosa, que supongo le diría el guía. Este hacía de intérprete de bámbara a español. Es otra experiencia más! En Mali creen mucho en los fetiches y el vudú.

VUELTA A BAMAKO

El sábado salimos de Mopti muy tempranito pues quería despedirme con calma tanto de mis compañeros de viaje, como de mis primos.

La primera etapa fue Mopti-Segou y luego Segou-Bamako. Son casi 8 horas de viaje en coche. En autobús público este mismo trayecto se hace en 12 horas.

Partimos a las 5 de la mañana y hasta las 6:30 no abren las gasolineras. Hay que tener esto en cuenta para cualquier viaje. No abren 24 horas. Mali funciona a ritmo del sol. Ese sol que siempre nos ha acompañado en este viaje. Las carreteras sin luz son peligrosas pues se sitúan en ellas perros, asnos, vacas y cualquier cosa. No puedes ir muy deprisa hasta que amanece.

Tuvimos que echar gasoil para llegar a la siguiente Estación de Servicio. Es la primera vez que vi en mi vida medir el gasoil por botellas. Echamos 10 litros, ya que el conductor no se fiaba de este «Gasolinero» que tenía el gasoil en bidones. Suponíamos que la calidad del fuel seria la justita. Luego ya completamos en la siguiente gasolinera de «Verdad».

A lo largo del amanecer, vimos autobuses parados esperando gente para rellenarlos a tope y poder salir. Aquí volvimos a ver algo que no entendía. Si en la carretera se encontraba un asno. Cuando nos acercábamos a él, el conductor, tocaba el claxon y uno espera que el asno se aparte, no? Pues no, nada de eso. No se movía ni un milímetro y pasábamos al lado de él, muy cerquita. Es como si el burro midiera la distancia y pensara que pasábamos sin problemas. Las vacas, perros y cabras no hacían eso, se apartaban corriendo. Estos asnos o son muy listos o son muuuuuu burros… Que pensáis?

VUELO DE REGRESO A MADRID

El avión salía a las 23:59, hacía un calor bastante pesadito y para no variar, teníamos retraso en la salida. A pesar de que solo salía ese avión la cola era interminable, tanto para entrar en el aeropuerto como para esperar turno para validar los billetes de avión y facturar equipaje. Recomiendo empaquetar con plásticos las maletas. Pueden abrírtelas con bastante facilidad. Eso es lo que nos aconsejaron, para evitar males mayores. La salida se hizo finalmente a las 1:30. Volví con Air France y tuve que cambiar la hora del tránsito en Paris para cuadrar horarios. A esas horas de madrugada, lo que apetece es dormirse. Duermes a trozos pero duermes. En Paris también tuve retrasos, pero finalmente llegue a Madrid a las 12, con todo el sabor de África en la mochila y con muchas ganas de volver.

África, es lo que tiene, no te deja indiferente… Esto es África…ya sabéis.